Si bien es un trabajo que no debe tomarse a la ligera, es verdad que tampoco se trata de ciencia oculta. La premisa que debes considerar son simples:
No hay nombres buenos o malos; lo que hay es buena o mala técnica para crearlos. Aquí te dejamos algunos lineamientos (ojo: no son reglas).
Piensa en ellos como puntos de partida.
Descriptivos: nombra de forma directa, o describe, los productos y servicios que se ofrecen.: Kentucky Fried Chicken, por ejemplo, es un nombre descriptivo.
Arbitrarios: son palabras que, en principio, no se relacionan con el tipo de productos o servicios que ofrece la marca y Apple es la mejor prueba de ello.
Apellidos: La raíz familiar o los nombres de pila, son un tipo de naming muy recurrente: Ford, Marinela o Forbes Además recuerda que puedes jugar con las letras, creando combinaciones creativas. Buen ejemplo de ello es Adidas, “Adi” equivale al diminutivo de Adolf (uno de sus creadores) y “das” es la primera sílaba de su apellido.
Fusionados: juntar dos o más palabras reales. Un claro ejemplo de esta tipología es Facebook, Microsoft, Fedex o Starbucks.
Por último, recuerda que el nombre de la marca no puede ni debe ser modificado con frecuencia en tanto busques su recordación entre el público.
En definitiva, poner nombre a las marcas es un ejercicio delicado, al que hay dedicar tiempo y análisis de ciertos factores: época, público, traducción en otras lenguas, si es factible de registro, si existe un dominio disponible, etc.
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